Un 21 de agosto de 1946 el Senado aprobaba un proyecto de ley por el cual se otorgaba el voto a la mujer. Así surgiría la más ferviente ilusión de Evita de poder concretar lo que tanto anhelaba: legitimar el voto femenino.
La lucha venia ya de muchos años atrás y se encuadraba dentro del movimiento mundial por la emancipación de la mujer. Argentina no fue pionera. Muchos países ya habían dado el primer paso, incluso antes de que Nueva Zelanda lo aprobara en 1893.
En nuestro país, los derechos de la mujer fueron reivindicados desde los primeros años del siglo XX. Los nombres de Cecilia Grierson, Alicia Moreau de Justo, Elvira Dellepiane, Victoria Ocampo se hallan estrictamente ligadas a esta causa. Claro que las agrupaciones feministas de entonces estaban mayoritariamente conformadas por mujeres de clase media y alta, que habían librado en sus propios hogares la lucha que implicaba salirse del rol que la sociedad les asignaba: esposas y madres.
La Campaña electoral de 1946 puso en evidencia que, ya en apoyo del laborismo, ya en apoyo de la Unión Democrática, aun sin derechos políticos la mujer había ingresado en la política Argentina. Faltaba la legitimación.
El 23 de septiembre de 1947, en medio de un gigantesco acto cívico en Plaza de Mayo, se promulga la ley. Las pioneras mujeres feministas se levantaron contra la ley sancionada, interpretando que se consagraba de antemano a un partido y no a la defensa de la causa de todas las mujeres. Entonces el lema fue “Ahora no queremos votar”. Pero en 1951 después de una larga tarea de empadronamiento encabezada por Evita y sus colaboradoras, se logra que todas las mujeres votaran, las peronistas y las “anti”…..
El voto secreto, obligatorio y universal que estaba restringido al sector masculino, alcanzó con la participación femenina su verdadera dimensión de universal, su verdadera significación.
Con la sanción de la Ley 13010, se crean una serie de expectativas para la mujer. Comienza una etapa nueva en la vida de cada una, se abre un camino hacia la participación efectiva y se empieza a luchar por la obtención de los derechos políticos.
Decía la compañera Josefa Rodríguez, de La Pampa, quien votara por primera vez : “Al principio sentí temor por desconocer que era votar, me sentí con derecho al poder votar para elegir las autoridades de mi país. Me encontraba en un monte, nos trasladamos en un camión hasta la Maruja, que es el lugar donde me toco votar. Sentimos una gran alegría al saber el triunfo del partido al cual yo pertenecía.”
A 64 años de aquel hecho trascendental, debemos reconocer el rol protagónico de la mujer, no solo en la historia de nuestro país, sino también en el mundo. Una de las prioridades que tendremos que encarar como partícipes de nuestros destinos será cómo descubrir los caminos que nos lleven a la reconstrucción de nuestra verdadera identidad nacional, popular y sudamericana.
La lucha por la equidad de género encontró su primer triunfo el 23 de septiembre de 1949, pero todavía hay muchas batallas por librar. De hecho aún hoy nos sentimos discriminas, por distintas razones. Todavía no alcanzamos desde la apertura democrática esa integración, palabra tan nombrada en los discursos pero tan olvidada a la hora de llevarla a cabo. Todavía no hemos obtenido la representación suficiente en los espacios de poder.
También sabemos que la década del noventa fue nefasta para nuestro país. Trajo la no solamente las privatizaciones, además acrecentó a desocupación, incrementó la delincuencia juvenil, desarmo por completo lo que era el seno familiar. Fue en 2001 que se vio realmente la capacidad y las agallas que solemos tener las mujeres en los momentos de crisis. Cuando nuestros compañeros se estremecían al darse cuenta que no podía seguir siendo los “jefes de hogar” , y buscaban refugio en sus hogares desbaratados, salimos las mujeres a trabajar, a pelearla día a día, a mantener nuestros casas, humildes pero con dignidad.
Esta fecha memorable nos debe encontrar unidas y dispuestas a seguir luchando por una causa justa. El debate de ideas no permite cercenamientos caprichosos ni compartimientos estancos.